La comisión encargada por la Iglesia de investigar los abusos ha publicado los testimonios de un centenar de las 507 personas -de ellas 327 hombres- que fueron víctimas del clero entre los años 50 y mediados de los 80, en ocasiones durante más de una década. La comisión se ha disuelto porque el informe está en manos de la Justicia belga, que analiza ahora hasta 800 casos.
Las denuncias se multiplicaron tras la dimisión en abril del obispo de Brujas, Roger Vangheluewe, acusado él mismo de haber violado a su sobrino desde 1973 hasta 1986. Hoy se ha conocido que el religioso recibirá una pensión neta de 2.800 euros al mes.
El informe -de 200 páginas y disponible en la página web www.commissionabus.be- contiene cartas que describen violaciones con "sexo anal, oral, vaginal y otras barbaridades", delitos que, en gran parte de los casos, han prescrito según la restrictiva legislación belga sobre los abusos a menores.
La mayoría de las víctimas cuentan que comenzaron a ser molestadas alrededor de los 12 años, pero el informe recoge hasta una violación de un bebé de dos años; cinco contra niños de cuatro años; ocho de cinco años; siete de seis años; o 10 casos con víctimas de siete años. Casi todos los violadores son curas, aunque también existen denuncias contra feligreses que asaltaban a los menores "después de la misa".
Según el informe, al menos 13 personas se han suicidado por el trauma de haber padecido abusos durante años y al menos otras seis lo han intentado. "Las víctimas esperan y merecen una Iglesia valiente, que no tenga miedo de enfrentarse a su vulnerabilidad, que la reconozca y que coopere con la búsqueda de respuestas", dijo el encargado de la investigación, Peter Andriassen.
La mayoría de la Iglesia guarda, sin embargo, silencio. El primero en reaccionar ha sido el obispo de la pequeña ciudad de Tournai, Guy Harpigny, que ha asegurado que "la gravedad" de los hechos que "hirieron a estas víctimas de por vida" está haciendo "cambiar" a las autoridades eclesiásticas.
"Tenía 17 años cuando empezaron los abusos. Desde hace tres semanas me pregunto si tengo derecho a quejarme. Pero cuatro años de terapias me han enseñado que las palabras que no se dicen acaban por matar. He llegado a intentar el suicidio", relata una de las víctimas. "Él [violador] me dijo que debía aprender lo que era la ternura, y que lo iba aprender de una forma mucho más dulce con él. A veces se enfadaba, se ponía a beber. [...] Cuando no iba a su casa por las noches llamaba a mis padres y les daba una razón para que ellos me dijeran que fuera, ya que eran amigos".
"Empezó con caricias y pasó al acto sexual un 30 junio. Esa noche volví a casa y me acosté con la ropa todavía puesta. Al día siguiente nos íbamos de excusión y, al montarnos en el tren, le vi desde la ventana. En ese momento me di cuenta de lo que había pasado la noche anterior. Durante 10 días no paró de hacerme fotos, fue horrible", cuenta una de las víctimas.
La mayoría de los casos no acabarán en juicio, porque, en Bélgica, los crímenes sexuales contra niños no pueden ser perseguidos cuando han pasado más de 10 años desde que la víctima ha cumplido los 18. La mayoría de los afectados tiene ahora entre 40 y 60 años, y la mitad de las personas que cometieron los abusos ya ha fallecido.
El pasado verano la policía y las autoridades judiciales belgas profanaron varias tumbas en la catedral de Malinas, a 40 kilómetros al norte de Bruselas, en busca de pruebas. El Papa condenó enérgicamente la manera de actuar de la policía.
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