Lleva 42 años esperando a la muerte desde que en 1968 lo condenaran a la pena capital por el asesinato de su jefe, la mujer de éste y dos de sus hijos.
El japonés Hakamada Iwao se ha convertido, sin quererlo, en el preso más antiguo que aguarda su final en el corredor de la muerte.
Pese a que organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional han reclamado su liberación por motivos humanitarios, debido a la gravedad de su estado mental, las autoridades japonesas han hecho caso omiso a sus llamamientos y se han negado a conmutar su pena.
Cuarenta y dos años después, apenas queda rastro del ex boxeador que en 1966 fue acusado de asesinar a cinco personas en Shimizu(Japón).
Hakamada Iwao fue acusado de matar al jefe de la fábrica en la que trabajaba, a su esposa y a dos de sus hijos. La familia fue apuñalada y su casa incendiada. Aunque en un primer momento confesó su culpabilidad tras un interrogatorio que duró 20 días -sin presencia de un abogado-; durante el juicio negó ser el autor de los asesinatos y aseguró que la policía lo había golpeado hasta conseguir que se declarara culpable.
Pruebas inconsistentes
Sin embargo, y pese a que las pruebas presentadas por la Fiscalía no eran suficientemente consistentes, el ex boxeador fue declarado culpable y condenado a muerte.
Todas sus apelaciones fueron rechazadas en los años posteriores por diversos tribunales y Hakamada asumió que su final tenía ya una fecha dispuesta.
El paso de los años esperando la ejecución de la sentencia hizo mella en su salud mental y las cartas a su familia comenzaron a llenarse degarabatos sin sentido.
En 2008 Amnistía Internacional hizo un llamamiento público en el que denunciaba la situación en la que se encontraba Hakamada y pedía que abandonara el corredor de la muerte. La organización censuraba la situación de aislamiento que vivía en la cárcel e informaba del grave deterioro de su salud mental. "Las personas que lo han visto en los últimos meses aseguran que está confuso y desorientado", afirmaba Amnistía.
Asimismo, su familia exigía un nuevo juicio, dada la falta de solidez en las pruebas existentes contra él.
Sin embargo, ninguno de estos motivos ha sido suficiente para que las autoridades niponas conmuten la pena a la que fue sentenciado, pese a estar incumpliendo uno de los artículos de su Código Penal, en concreto el 479 (1) que afirma que "si una persona condenada a muerte se encuentra en un estado de enfermedad mental, la ejecución deberá ser detenida por el ministro de Justicia". Pero Japón no ha conmutado ninguna condena a muerte desde 1975.
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