Intrigado por las propiedades de las dietas hipoclóricas y su relación con una mayor longevidad, la doctora Akiko Satoh, de la Universidad Washington en Saint Louis, descubrió que los ratones sometidos a este regimen mostraban altos valores de una proteína, la SIRT1 en una zona específica del cerebro: el hipotálamo.
Esta región controla funciones básicas como el hambre, la temperatura corporal y la respuesta al ciclo de vigilia y descanso.
Satoh estudió dos grupos de ratones sometidos a un ayuno de dos días. Al finalizar el tiempo, uno de los grupos se había reunido y permanecía inmóvil, pero el otro grupo permanecía activo y alerta. ¿Cuál era la diferencia? El último grupo había sido genéticamente modificado para que sus cerebros produzcan más proteína SIRT1.
“El resultado nos sorprendió – asegura uno de los autores del estudio, Shin-ichiro Imai, experto en envejecimiento –. Demuestra que esta proteína está muy relacionada con la capacidad de sobrevivir cuando la comida escasea. Y esto podría estar relacionado con los efectos de una dieta hipocalórica en el incremento de la longevidad”.
Imai agrega que los ratones modificados muestran mecanismo internos que les permiten utilizar la energía de modo más eficiente, lo cual les ayuda a moverse en busca de comida aún después de un ayuno prolongado. Esta eficiencia en el uso de la energía ayudaría a extender la vida y retrasar el envejecimiento.
Los resultados, publicados en el Journal of Neuroscience, hacen creer a Imai que si pudiéramos mejorar esta función en el hipotálamo humano, manipulando la proteína SIRT1, eventualmente se solucionarían problemas de salud relacionados con el envejecimiento.
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